14 Jul El día D, el confinamiento duro
14 de marzo. Las noticias en bucle alternan a Pedro Sánchez, presidente de España, y a Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, explicando que es necesario confinarse en casa para protegernos, para evitar el contagio del coronavirus. Otros dirigentes aparecen en escena. En el discurso inicial no hay alusión a las personas que viven en la calle.
¿Dónde confinarse, si no hay un techo bajo el que guarecerse en la cuarentena?
En las calles reina el silencio en la semana cero. Sin tráfico, únicamente el graznido de las gaviotas se escucha en el centro de Barcelona. La batalla se libra en las UCI’s, aunque en Urgencias no dan abasto. Los hospitales colapsados y los sanitarios clamando más material para poder cumplir el protocolo de higiene, el salvavidas ante una enfermedad de la que nada se sabe.
Todo cerrado hasta nuevo aviso, excepto los comercios reconocidos como esenciales. Controles policiales improvisados. Apenas transeuntes que se dirigen de un lado a otro, cabizbajos con el rostro oculto tras una mascarilla, inspeccionando de reojo el nuevo espacio. Miedo, angustia, recelo, incerteza, rabia, desasosiego y desconcierto. Parados, quietos, solo hay unos pocos. La Barcelona desértica muestra una realidad latente. Más allá de las colas frente a supermercados, nadie más está quieto. No es posible. El nuevo decreto lo prohibe. «¿Qué hace usted aquí?» interpela un policía a un hombre sentado en una plaza. «No tengo a donde ir». Algunos se han visto durmiendo al raso por el cierre de fronteras, hoteles y negocios, atrapados en una situación que no hubieran ni imaginado. Otros, ya vivían en la calle desde hacía un tiempo. Inevitablemente los no confinados toman el paisaje urbano.
«¿Sabes cuantos muertos van hoy?» Me pregunta un hombre que pasa las horas bajo un puente, con la mirada fija en una carretera vacía. «Antes leía el diario en un bar tomando el café, pero ahora no tengo manera de saber qué sucede». A día 26 de marzo, eran 4.089. Le pregunto por la caja de cartón que se encuentra a pocos metros. «Sí, ahí duerme un hombre cada noche», confirma.
Cuatro meses después del inicio de esta nueva era en España, en que se decretó el estado de alarma, el número de víctimas mortales por el Covid-19 asciende a 28.409. La curva del gráfico de positivos hace tiempo que bajó. Esta cifra no se acerca ni por asomo a las más de 500.000 muertes provocadas durante la Guerra Civil a lo largo de tres años, sin embargo, el número de fallecidos ha sido tal en los primeros 40 días, desde los 136 el 14 de marzo hasta los 22.524 el 23 de abril, que si perdurase al mismo ritmo a lo largo de tres años, la cifra se igualaría.
Mientras se encuentra el antídoto para combatir al enemigo invisible que ha cambiado las normas del mundo, las víctimas sociales por la crisis económica generada también aumentan. Las ayudas gubernamentales no contemplan todos los casos. Cuesta muy poco perder lo que se ha ganado difícilmente durante meses o años. Los más vulnerables, personas sin contrato, que se han quedado sin trabajo, sin papeles, o cuyos ingresos no alcanzan los mínimos necesarios para la supervivencia, poco a poco se van sumando a las personas que ya transitaban en los confines de la sociedad.
Una caja bajo un puente da cobijo a un hombre que duerme cada noche en las proximidades de la Ronda Litoral, ahora desértica. Barcelona, 26 de Marzo, 18:00h. Foto: Eva Parey. // A box under a bridge shelters a man who sleeps every night in the vicinity of the now-deserted ring road of Barcelona.
Un hombre de Polonia se está poniendo guantes para protegerse del virus, aunque no tiene mascarilla. Como no hay gente en la calle, tiene problemas para conseguir dinero. Barcelona, 24 de marzo. Foto: Eva Parey // A man from Poland is putting a pair of gloves to protect himself from the virus although he has no mask. Since there is no people in the streets, he has problems to win money.
Un grupo de personas sin hogar pasa el día en las inmediaciones de la Estación de Plaza Catalunya, a falta de un lugar en el que confinarse. Barcelona, 24 de marzo. Foto: Eva Parey. // Homeless from Barcelona that has been sleeping on the street for years, pass the day in the vicinity of the Central Train Station, due to the lack of a place where to be self-isolated.
Una patrulla de la Guardia Urbana a caballo en el barrio del Born pregunta a algunas personas sin hogar por qué no están confinadas. Barcelona, 26 de marzo. Foto: Eva Parey. // A patrol of the Urban Guard on horseback in the Born neighborhood asks some homeless people why they are not self-isolated.
Un joven chatarrero procedente de Italia pasa el día entero en el mismo lugar en el que duerme desde hace dos años en invierno. Barcelona, 26 de Marzo. Foto: Eva Parey // A young scrap collector from Italy stays confined on the street, in the same place where he’s sleeping for two years during winter.
Una pareja procedente de Suecia pasa el confinamiento en una plaza del centro de Barcelona. Desearían alojarse en uno de los albergues municipales abiertos por el Ayuntamiento de Barcelona, pero deberían separarse, ya que no son mixtos. Barcelona, 27 de Marzo. Foto: Eva Parey. // A couple from Sweden who has been living on the streets of Barcelona for 6 months, has settled during lockdown in a square of the city center with a tent. They would like to be able to self-isolate themselves into a hostel for homeless people, but they would be forced to be separated.
Walter y su colega han dormido bajo los porches del Paseo Picasso durante el invierno. A principios de marzo, con la llegada del turismo, fueron desalojados. Tras el decreto de alarma, han vuelto a ocupar ese espacio. No quieren confinarse en la Fira, el albergue habilitado por el Ayuntamiento de Barcelona para las personas sin hogar, porque perderían su libertad. Barcelona, 26 de marzo. Foto: Eva Parey. // Walter and his colleague slept under the porches of Paseo Picasso during the winter. At the beginning of March they were evicted due to the start of the tourist season. They reoccupied the space after the announcement of the state of alarm. They don’t want to confine themselves into a hostel opened by Barcelona City Hall, because they would lose their freedom.
Un joven chatarrero que se instaló hace tiempo bajo un puente en 22@, comparte su espacio con otros jóvenes, que tras el estado de alarma no tenían donde estar. Barcelona, 7 de abril. Foto: Eva Parey. // A young scrap collector that settled time ago under a bridge in 22@ neighborhood, shares his space with other young people, that had no place to go.
Un joven de Venezuela está circulando en bicicleta por el paseo marítimo de la playa del Bogatell a las 6 de la tarde, por la Barcelona desértica tras el decreto de alarma. En su mochila lleva un saco de dormir, una tienda de campaña y un hornillo. Antes de la cuarentena trabajaba como artista de circo. No quiere ir a al albergue establecido por el Ayuntamiento de Barcelona porque teme el pánico social y las multitudes. Barcelona, 26 de marzo. Foto: Eva Parey. // A young man from Venezuela is driving along Bogatell’s beach promenade at 6:00 in the afternoon through a deserted Barcelona, after alarm decree. In his backpack, he carries a sleeping bag, a tent and a cooking stove. Before lockdown he used to work as a circus artist. He does not want to confine into one of the hostels settled up by the City Council because he fears social panic.
Marisa de 69 años llegó de Cuba el 24 de Enero. Vivió con su hijo hasta principos de marzo en una pensión en el Raval. El dinero se acabó y fueron a vivir a la calle. Buscaron un lugar tranquilo a las afueras de la ciudad. Pasa el día dentro de una tienda de campaña temerosa de cualquier desconocido y también de la policía. Al estar tantas horas sentada, las piernas se le entumecen y le cuesta ponerse de pie. Barcelona, 23 de abril. Foto: Eva Parey. // Marisa 69, arrived from Cuba to Barcelona on January 24. She lived with her son in a hostel in Raval quarter until the beginning of March. The money is gone so they went to live on the street. They looked for a quiet and secure place on the outskirts of Barcelona. She spends the day inside a tent afraid of any stranger and the police. After being sitting down for hours her legs become numb and she has trouble standing up.
Un joven procedente de Marruecos reza la oración de la tarde junto a su compañero procedente de Egipto. Ambos se instalaron en una tienda que han construido al lado de las vías del tren, cuando se decretó el estado de alarma. Antes del confinamiento recogían chatarra en las calles y la vendían a peso. Ahora sobreviven de la comida que reciben de los comedores sociales. Barcelona, 7 de abril. Foto: Eva Parey. // A young man from Morocco prays with his colleague from Egypt. Both are living in a tent they have built next to the train tracks when the state of alarm was decreed. Before self-isolation, they collected scrap metal on the streets and sold it by weight. Now they survive on the food they receive from soup kitchens.
Un hombre recién salido de prisión se ha confinado bajo un soportal en el centro de Barcelona junto a un joven subsahariano. Barcelona, 11 de abril. Foto: Eva Parey // A man recently released from prison has confined under an arcade in the center of Barcelona with a young sub-Saharan.
Una mujer que se ha separado tras la orden de confinamiento, se ha visto obligada a dormir en la calle. Se ha instalado en un callejón del centro de Barcelona, en un local con una reforma parada por el estado de alerta, que está vigilado con cámaras de seguridad, lo que le da cierta seguridad ante posibles ataques. Barcelona, 11 de Abril. Foto: Eva Parey.// A woman who just got separated after the confinement order has been forced to live on the street. She installed herself in an alley in the centre of Barcelona, next to an under construction building with security cameras that at least give her some safety against possible attacks.
Un hombre se ha construido una tienda precaria en una pequeña plaza del barrio Gótico, que era un lugar concurrido de ambiente bohemio antes del estado de alerta. Barcelona, 11 de abril. Foto: Eva Parey. // A homeless built a precarious tent in a small square in the Gothic, a quarter that used to be a busy area with bohemian atmosphere before the state of alarm.
Un joven cubano sobrevive en la montaña de Montjuic. Gracias al dinero que le envían desde Cuba puede comprar alimentos. Antes del estado de alarma podía mantenerse trabajando como tatuador y músico. Barcelona, 23 de abril. Foto: Eva Parey. // A young Cuban survives in the Montjuic mountain. Thanks to the money sent from Cuba he can buy food in the supermarket. Before the state of alarm he could live working as a tattoo artist and musician.
El contenido íntegro de este post ha sido emitido en el Informativo de Cataluña de TVE1 el 21 de julio de 2020 (minuto 9):
Una parte de este post ha sido incluido en el artículo «En Barcelona vuelve el hambre» de Corry Hancké publicado en De Standaard el 13 de junio de 2020:
https://www.standaard.be/cnt/dmf20200619_04996320
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D-Day, hard confinement
March 14. The news headlines alternate between Pedro Sánchez, President of Spain, and Ada Colau, Mayor of Barcelona, explaining that it is necessary to self-isolate at home to protect ourselves, to avoid the spread of the coronavirus. Other leaders appear on the scene. In the opening speech there isn’t a single mention of the homeless.
But where does one self-isolate, when there is no roof under which to shelter during quarantine?
Silence reigns in the streets in week zero. No traffic, just the squawking of seagulls can be heard in the centre of Barcelona. The real battle is fought in the ICUs, but ER centres are under-staffed. Hospitals have collapsed and health workers clamour for more material simply to comply with hygiene protocols, the lifesaver in the fight against a disease of which very little is known.
Everything is closed until further notice, except for businesses recognised as essentials. Impromptu police checks. Hardly any pedestrians, walking from one place to the next, heads down, their faces hidden behind a mask, surveying the new space out of the corner of their eye. Fear, anguish, suspicion, uncertainty, anger, restlessness and bewilderment. Only a very few simply stand still. Deserted Barcelona reveals a latent reality. Beyond the supermarket queues, no one else is standing still. It’s just not possible. The new decree prohibits it. «What are you doing here?», a police officer questions a man sitting in a square. «I have nowhere to go,» the man replies. Some have been seen sleeping in the open due to the closing of borders, hotels and businesses, trapped in a situation they could never have imagined. Others had already been living on the street for some time. Inevitably, the unconfined take over the urban landscape.
«Do you know what the body count is today?» I am asked by a man who spends hours under a bridge, staring at an empty highway. «I used to read the newspaper in a bar with my coffee, but now I have no way of knowing what’s going on.» As of 26 March, there were 4,089. I ask him about the cardboard box a few meters away. «Yes, a man sleeps there every night,» he confirms.
Four months after the start of this new era in Spain, when the state of alarm was decreed, the number of fatalities by COVID-19 totalled 28,409. The curve of positive cases has long gone down. The figure is nowhere near the more than 500,000 deaths caused during the Civil War over a three-year period; however, the acceleration of the number of deaths in the first 40 days, from 136 on 14 March to 22,524 on 23 April, has been so fast that if it lasted at the same rate over three years, the figure would be equivalent.
While a vaccine is being discovered to combat this unseen enemy that has changed the social rules around the world, the victims of the economic crisis also increase. Government aid cannot cover all cases. It becomes all too easy to lose what has been hard earned for months or years. The most vulnerable, those without a work contract, those who have no job, those without regular documentation, or those whose income is below the minimum required for survival, are gradually added to those who were already living on the confines of society, before the crisis.
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This documentary project is possible thanks to the COVID-19 fund of the European Journalism Centre.
Barcelona, 11 de Abril. Foto: Eva Parey.